La verdad es que en todos estos años jamás escuché
sobre una Margaret Atwood. Fue más
bien después, cuando comenzamos con internet, que su nombre apareció y en
alguna parte se la mencionó apoyando la legalización del aborto. En esta
entrevista Atwood comenta sobre la
fama, Canadá y las diferencias con Estados Unidos…
La
persona
Margaret
Eleanor Atwood es una novelista canadiense. Su trabajo
abarca una variedad de temas incluyendo el poder del lenguaje, la religión y el
mito, el cambio climático y los poderes políticos. Muchos de sus poemas han
sido inspirados por mitos y leyendas que le interesaron desde su infancia.
Debido al trabajo de su papá en entomología del campo, Atwood pasó mucho tiempo de su infancia en los bosques del norte de
Quebec y viajando entre Ottawa, Sault Ste. Marie, y Toronto. Atwood no fue a la escuela, a tiempo
completo, sino hasta la edad de 8 años. Se convirtió en lectora voraz de
literatura, libros de misterios, hadas, historias de animales canadienses y
comics.
“There was old
sex in the room and loneliness, and expectation, of something without a shape
or a name. I remember that yearning, for something that was always about to
happen and was never the same as the hands that were on us there and then, in
the small of the back, or out back, in the parking lot, or in the television room
with the sound turned down and only the pictures flickering over lifting flesh”…
The
Handmaid´s Tales
Margaret Atwood - The Power of Ideas
—Leí en algún escrito que empezó enseñando gramática
y que temía que esa vida fuera para siempre. ¿Cómo la ve comparada con la fama
de hoy día, de ser una escritora reconocida internacionalmente?
—Veamos. Fue mi carrera de maestra que no tuvo mucha
vida. Y segundo, que los estudiantes eran ingenieros y no eran malos. Eran brillantes
y leíamos a Franz Kafka porque pensé que les ayudaría en sus vidas
posteriormente. Lo que realmente me está preguntando es el entonces versus el
ahora. En el entonces tenía 24 años, ahora tengo 60, por lo que si las cosas no
han cambiado en el medio tendría que haber un interludio.
— ¿Soñó todo lo que le está pasando, el increíble
éxito, la productividad?
—No, porque esto es Canadá. Y aunque algunos
tuvieron éxito antes o después, en esa época nadie lo tenía.
—Leí que un porcentaje muy pequeño podía vivir de la
escritura.
—Diría que solo un 1 por ciento.
— ¿Está sorprendida con lo que pasó?
— ¿Sorprendida? Nada de esto pasó sin un
considerable esfuerzo por parte de algunos de nosotros.
—Ha estado ocupada en los últimos tiempos
escribiendo.
—En los últimos 30 años. Recuerdo la primera vez en
lugares como Suecia y Finlandia, y la gente preguntando ¿dónde es este Canadá? ¿Hay
otros escritores allí además de usted? Por supuesto que los había, pero no
habían sido leídos todavía.
— ¿Cómo es ser una celebridad literaria? ¿Es excitante,
es una carga? ¿Interfiere en el escribir?
—Veamos: celebridad literaria. Elizabeth
Taylor es una celebridad. Yo soy una celebridad literaria. La gente no
quiere quitarme los cordones de los zapatos.
—He visto su cara en las revistas toda mi vida.
—Lo sé. Pero la gente no me sigue en la calle. O trata
de romper mi ropa. Mis fans tienen otra idea. Quieren encerrarse con mis libros
y tener sus propias comunicaciones con ellos. Y el escritor, en cierta forma,
es incidental a ello.
— ¿Pero en cierta medida no es una pérdida de tiempo
que la gente quiera que viaje a Suecia, por ejemplo?
—Buen, tengo una maravillosa asistente llamada Sara.
Ella atiende las llamadas y sabe decir no. Organiza mi horario y dice que no
cuando no tengo tiempo. Pero por supuesto lo que pregunta es bastante
pertinente y varios escritores nos han consultado respecto de manejar el
tiempo. Tengo todas estas cartas, la gente me pide todo esto, ya no tengo vida.
—Ese no es un problema para usted. Lo resolvió.
—Sí, pero me llevó algunos años lograrlo. Y el día
tiene 24 horas. Cuando se es menos famoso se puede tener 10 citas al día y todo
se puede cumplir. Cuando se es famoso se tiene cientos de invitaciones y uno
solo puede cumplir con una pequeña parte. Y uno se siente mal porque tiene que
decir no siempre.
—Pero usted ha creado su espacio creativo.
—Alguien que diga no por mí… (Después Margaret Atwood continuó hablando sobre la
fama en Estados Unidos, donde se llega a extremos. Charla bastante interesante)
También
Fuentes
En el archivo de Los Escritores también hemos visto a C.S. Lewis,
Michael
Crichton, e Ian Fleming