Friday, August 30, 2019

Del robot al hombre pensante


Que nos manejan como a marionetas, llevados de las narices como a animales, de un lado para el otro, es cierto. Y que nos gusta que los otros decidan sobre el camino a seguir, sin detenernos a pensar lo que es bueno o malo, también es cierto. Porque parece que no nos gusta participar en la cosa pública, en la política, en la máxima actividad que nos permite cambiar la realidad, para que estemos mejor, todos, no solo un grupo. Es como que estamos en los nuestro, nuestro negocio, nuestro proyecto, nuestro campito, y no queremos ser distraídos de nuestro rumbo. Como si todo lo demás fuera mínimo cuando en realidad es esa actividad política la que hace que estemos como estamos, que ganemos o perdamos. Si no esos malos, que nunca hubieras esperado que estén allí, manejarán los hilos de la humanidad, de la gente que intentaba realizar sus proyectos, sus sueños, su vida, y no quería ser molestada de su objetivo.  No sólo no dejaron seguir con sus proyectos, sino que terminaron con todo aliento de vida. Los Mussolini, Hitler, o Stalin, los peores, se hicieron con el poder, y aquellos buenos hombres estaban embebidos en sus proyectos personales, sin importar el destino de toda la sociedad, cuando podrían haber evitado tantas cosas. Malo, muy malo.

Fijate, por tomar un caso, el de la Guerra del Chaco, guerra que se peleó entre bolivianos y paraguayos. Ambos países pobres y que podrían haber estado planificando sus futuros para lograr un bienestar común. En cambio, se pusieron en una carrera para ver quién se armaba más, quién lograba un ejército más poderoso, quién la tenía más larga. Y no faltó quién dijo que todo había sido armado por una empresa multinacional norteamericana, la Standard Oil, que quería quedarse con las concesiones para explotar el oro negro. Y no está mal que la empresa privada busque su ganancia, lo que está pésimo es que los políticos, que manejaban los destinos de esos países, se hayan dejado manejar como títeres. ¿Resultado? La muerte de 60.000 bolivianos por un lado y de 30.000 paraguayos por el otro.
La Internacional Comunista, 1920
La Internacional Comunista, 1920
Otro caso emblemático fue el de la Brigadas Internacionales que participaron en la guerra civil española. Resulta que voluntarios de varias nacionalidades llegaron a España a defender a un gobierno de izquierda. Como cruzados que marchaban al grito de “muera el fascismo” llegaron desde lugares tan distantes como la Unión Soviética o Argentina. La bandera roja del comunismo internacional ondeaba orgullosa por los mártires que iban a morir por esas causas locas que luego todos olvidarían y ni el mismo Stalin siguió apoyando. Unos gritaban por los ideales de igualdad, otros lo hacían por la democracia. Lo cierto es que la propaganda de uno y otro lado hizo de las suyas y los que la pagaron, como siempre, fueron los comunes, los que no tienen nada, que dejaron todo en el campo de batalla y sumaron más huérfanos a la sociedad.
Riga, ejército soviético
Riga, ejército soviético
El sobreviviente de los campos de trabajos forzados alemanes Ilje Buz declaraba que no podía volver a su propio país pues terminaría preso durante 20 años, por no pegarse un tiro antes de entregar sus armas, de acuerdo a la propaganda oficial del comunismo de Stalin.
Lo que digo es que hay que participar en lo que hay que participar sin ceder un milímetro ni dar lugar para que los malos, delincuentes, y mal intencionados se hagan con las arcas públicas, para tomarlas como tesoro personal y que les sirva a ellos para ascender en la escala social. Los mejores no están en la política y es por eso que estamos como estamos. Al borde del default, de la disolución, de la hecatombe. De izquierda o de derecha, no importa, porque en definitiva todos deben querer el bien del país, de la gente, de sus hermanos. Tenemos que participar. Lo importante es que sea gente de coraje, con valores, que tengan ganas de poner el hombro al país y dejar un poco la piel, como lo hicieron los patriotas en otros tiempos, que luchaban arriesgándolo todo.
Suficiente tenemos con todos aquellos que vienen de afuera a vivirnos, a explotarnos, como para aceptar a nuestra propia gente aprovechándose de la situación de desmadre para llevar agua para su propio molino. No hay que aceptar que nos manejen como ovejas y tenemos que participar en la cosa pública, en la política. No queda otra, por nosotros mismos y nuestros hijos. Por un futuro mejor.

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