Elucubrando sobre las drogas
Un editorial sobre las drogas y nuestra
responsabilidad, como sociedad. Nadie puede lavarse las manos, algo de
responsabilidad tenemos. Aquí te cuento un poco de la Santa Cruz de la Sierra
de hace tiempo, unos párrafos de un cuento sobre drogadictos y al final un
video de lo que era la terminal. Mejor no la visites…
Yo me drogo. Tú te drogas. Él se droga… tal vez
deberíamos incluirnos en esto para sentir que el buscar soluciones al flagelo
de las drogas debería ser un compromiso de todos. Nadie está exento de caer en
el vicio, o de que lo haga un familiar: un hermano, un hijo. ¿Qué triste, no?
Cuando era chico había en esta humilde esquina de
Santa Cruz de la Sierra, Alemania y Segundo Anillo, un puterito, un prostíbulo,
o como lo quieran llamar. Las mujeres vendían sus cuerpos y lo que me llamaba
la atención en este lugar era la flacura de las chicas que salían de allí. Eran
cadáveres, no damas corpulentas, llenas de curvas, tentadoras. No, no, ese no
era el caso. Algunas de estas prostitutas parecían más zombis que personas y
supongo que no les importaba tener sexo con uno o con veinte tipos. Sus mentes
ya habían emigrado de esos cuerpos corruptos.
Es que yo no sabía que la Santa Cruz de mi abuelo
Humberto, ex combatiente de la Guerra del Chaco, vendía y se consumía en drogas.
Que estaba cayendo en un viaje sin retorno, que a nadie le importaba. Pero la
bestia estaba allí, rozándonos, haciendo adicto a un tío, a un amigo de mis
hermanos, a conocidos.
Y fue en Santa Cruz, hace más de treinta años, donde
vi a niños y adolescentes oliendo unos frascos o bolsas en las plaza del
Estudiante, que después me explicaron que era pegamento. Y venían en grupos de
tres o cuatro, pasaban sin mirar al costado de uno y lo más triste era ver
adolescentes embarazadas oliendo esas porquerías.
Había en aquella época, final de los 70s, una
especie de idiotez declarada en los medios de comunicación. Mostraban al hijo
del capo narco en las tapas de las revistas saliendo con modelos famosas, como
si fueran “celebrities”. Y la realidad era que el auto que manejaban y la plata
que gastaban estaban manchados de sangre y de víctimas de las drogas, de las
ejecuciones de los sicarios y de corrupción.
Me imagino un diálogo esposo-esposa:
—Tené cuidado.
—Sí, no pasa nada.
—No te expongás.
—Si el negocio con las Hilux sale bien después puedo
venderle las escopetas que tengo desde hace años en el depósito.
Y es que los traficantes se sentaban en la mesa de
los hombres de negocios, de los agricultores, ganaderos y banqueros. Compartían
un churrasco, la cena de los viernes y la charla informal. Nadie los
despreciaba por corruptos ni los discriminaba por violentos. Se abrían las
puertas de los clubes, fraternidades, y todo otro lugar que congregara a la
sociedad de la época.
El ejemplo que le daban a los chicos esos tipos
(todos grandes señores) era: mientras tengan plata y hagamos negocio, está
bien. Yo no me meto en sus drogas y miro para otro lado. Se resumía en: esta
bien el hacer guita, no importa con quién. El dinero no conoce fronteras ni
sabe de moral.
Y se hacían los distraídos y la droga ya no solo se
exportaba a Miami sino que también empezaba a circular en el mercado interno.
Nefasto, siniestro pero todos culpables. Y que no se laven las manos.
Es en este marco en el que pongo mi historia: “El señor de los canales”. Lean:
… Pensé en mamá y los ojos se me llenaron de
lágrimas. No había tenido una vida fácil, la pobre. Mamá era hija de
inmigrantes alemanes y todavía era joven. Cuando papá murió se juntó con un camba al que nunca quise y tampoco le di
ninguna oportunidad de conocerme. Solo me alejé de casa, empecé a beber y
terminé drogándome y en malas compañías. A los diecisiete años ya había sido
expulsado de dos colegios, varias psicólogas se habían rendido conmigo y mamá,
cansada de batallar con mis problemas, había bajado los brazos y me había
echado de casa.
Mis viejos compañeros de colegio, con los que había
ido a La Fonda del Sol o al cine Palace, ya no querían juntarse conmigo. Solo
les sacaba plata y los usaba para conseguir trago. Los padres también empezaron
a verme como una amenaza y me mostraban mala cara cada vez que aparecía
buscando a sus hijos.
Terminé con un grupo de adolescentes y niños que se
reunían en baldíos y plazas a robar, mendigar y drogarse. Nuestro lugar de
reunión favorito era la Plaza del Estudiante. Las peleas eran constantes pero
también las charlas, las discusiones y los análisis del sentido de la vida, la
justicia, la desigualdad de la sociedad o el amor. Muchos de estos chicos eran
verdaderos filósofos y tenían cierta preparación. Algunos llegaban a liderar
sus grupos y eran admirados por su forma de hablar. Pino, uno de aquellos
chicos, había dicho una vez:
—El nudo del problema es el sistema de gobierno que
tenemos. Hay que cambiarlo del todo, de arriba hacia abajo. Tenemos que
encontrar una forma de sociedad en la que todos tengamos las mismas
oportunidades.
Maicon, que siempre lo confrontaba, opinó:
— ¿Y caer en una sociedad esclavizada, en la que
todos tenemos que pensar lo mismo como el comunismo? ¿Qué ventajas sacó Rusia
de la revolución comunista? El pobre sigue siendo pobre.
Creo que allí empezó todo el lío. Empezaron los
empujones y corridas, siguieron algunos golpes y todos se pelearon con todos.
De vez en cuando aparecía la policía para
desbandarnos o golpear a alguno de nosotros. En realidad nadie se interesaba
por los niños y adolescentes cleferos
de las plazas de Santa Cruz. A veces teníamos mayor visibilidad cuando un niño
arrancaba el bolso de una conductora distraída y los medios de comunicación
hablaban de este hecho. Un “caso de inseguridad” más decían, aunque en realidad
el problema era mucho más grave. Se estaba destruyendo toda una generación.
Tantos jóvenes que se perdían por las drogas y la falta de atención y de amor.
Santa Cruz miraba para otro lado y se hacía poco y nada por gente con
adicciones.
Estaba recuperándome en un canal que se cruzaba con
otros canales y que formaban una red subterránea interminable que se extendía
por toda la ciudad, la ciudad de los anillos, Santa Cruz de la Sierra. Los canales
tenían el objetivo de juntar y sacar toda el agua de las lluvias e impedir que
la ciudad se inundara. En algunos sectores los canales corrían a cielo abierto,
en otros habían sido tapados para brindar un paseo o una plaza a la gente…
Éste es el cuento que me inspiró, entre otros, Santa
Cruz de la Sierra, y que forma parte del volumen Fronteras Invisibles. Espero que todos lo pidan porque necesito
juntar plata para ir al próximo mundial. Este año los argentinos, de acuerdo a
lo que jugaron el primer partido, no llegamos muy lejos.
Saludos.
Informe
Especial: operativo en ex terminal. Venden clefa, marihuana y psicotrópicos. Red
Pat Bolivia (video Youtube)
Esta zona es inmensa, llena de negocios, gente,
autos y… drogas.
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