El
Tercer Ojo, escrito por Lobsang
Rampa, narra la vida de los
tibetanos a principios del siglo 20. Como un escrito de ficción o la
narración de un hecho real, El Tercer Ojo,
no deja de ser un libro fascinante para conocer más sobre el Tíbet. A continuación algunos párrafos
del primer capítulo 1 de El Tercer Ojo…
Para saber: el palacio Potala
… — ¡Cuatro años y no puedes andar a caballo! ¡Nunca
vas a ser un hombre! ¿Qué va a decir tu noble padre?
Con esto el viejo Tzu le dio al poni, y a su
desafortunado jinete, un fuerte golpe en las ancas, y escupió en la tierra.
Los techos dorados del Potala resplandecieron
con la brillante luz del sol. Más cerca, las azules aguas del lago Serpent
Temple se arrugaron para marcar el paso de las aves acuáticas. Más allá del
camino empedrado llegaban los gritos de los hombres apurando a los lentos yaks que se alejaban de Lhasa. De más cerca llegaba el “bmmm,
bmmm, bmmm” de las trompetas, mientras los monjes músicos practicaban en los
campos alejados de la gente.
Pero yo no tenía tiempo para esas cosas comunes. Mi
obligación era mantenerme sobre mi resistente poni. Nakkim tenía otras cosas en
mente. Quería librarse de su jinete, pastar libremente, y rodar y patear al
aire.
El palacio Potala en Lhasa |
El viejo Tzu era un instructor serio. Toda su vida
había sido severo y duro, y ahora como guardián e instructor de montar de un
niño de cuatro años, su paciencia algunas veces cedía. Uno de los hombres de Kham,
él había sido elegido por su tamaño. Era de más de dos metros de alto e
igualmente de ancho. Grandes hombreras incrementaban su tamaño. En el este del Tíbet
hay un distrito donde los hombres son inusualmente altos y fuertes. Muchos eran
más altos de dos metros y estos hombres eran elegidos para actuar como
policías. Se ponían hombreras para parecer más anchos y se pintaban los rostros
para parecer más fieros y llevaban largos cuchillos que usaban con los
desgraciados villanos.
El yak tibetano |
Tzu había sido un monje policía pero ahora hacía de
niñera de un principito. Era demasiado lisiado para caminar por lo que andaba a
caballo. En 1904 los británicos, bajo el mando del coronel Younghusband, habían
invadido Tíbet y causado mucho daño. Aparentemente pensaron que la mejor manera
de ganar nuestra amistad era bombardear nuestros edificios y matar a nuestra
gente. Tzu había sido uno de los defensores y en acción había perdido parte de
su pelvis izquierda.
Mi padre era uno de los líderes en el gobierno
tibetano. Su familia, junto con la de mi madre, venía dentro de las diez
familias más altas, por lo que mis padres tenían considerable influencia en los
quehaceres del país. Después daré más detalles de nuestra forma de gobierno.
Papá era un hombre grande, de casi un metro noventa.
Su fuerza era algo de lo que se podía alardear. En su juventud él podía
levantar un poni del piso y era uno de los pocos que podía pelear con los
hombres de Kham y salir airoso.
La mayoría de los tibetanos tienen el pelo y los
ojos negros. Papá era una de las excepciones. Su pelo era color nuez y sus ojos
grises. Frecuentemente se enojaba por razones que no podíamos entender.
No lo veíamos mucho. El Tíbet había estado teniendo
graves problemas. Los británicos nos habían invadido en 1904 y el Dalai Lama
había huido a Mongolia, dejando a mi padre y a otros de su gabinete gobernar en
su ausencia. En 1909 el Dalai Lama retornó a Lhasa después de haber estado en Pekín.
En 1910 los chinos, confiados por el éxito de la invasión británica, llegaron a
Lhasa. El Dalai Lama escapó, esta vez, a la India. Los chinos fueron sacados de
Lhasa en 1911 durante la revolución
china, pero no antes que cometieran abusos contra nuestra gente.
El ejército chino marchando a Lhasa |
En 1912, de nuevo, el Dalai Lama retornó a Lhasa.
Durante el tiempo que estuvo ausente, papá y otros miembros del gabinete
tuvieron la responsabilidad de gobernar Tíbet. Mamá decía que el carácter de
papá nunca fue el mismo después. Ciertamente no tenía tiempo para nosotros, los
chicos, y no recibíamos ningún afecto de él. Yo, en particular, solía hacerlo
enojar mucho, y se me dejaba a merced de Tzu.
Mi pobre actuación sobre el poni era tomada como un
problema personal por Tzu. En el Tíbet a los niños pequeños, de las clases
altas, se les enseña a montar casi antes de caminar. La destreza a caballo es
esencial en un país sin autos, donde todos los viajes tienen que hacerse a pie
o a caballo. Los nobles tibetanos practican el montar hora tras hora, día tras
día. Ellos pueden pararse en sus estrechas monturas de madera al galope y
disparar, primero con un rifle y después con arco y flecha. Algunas veces estos
diestros jinetes galopan por las planicies en formación, y cambian de caballo
saltando de una montura a la otra. Yo, a los cuatro años, encontraba difícil
mantenerme en una sola silla.
Mi poni, Nakkim, era peludo y tenía una larga cola.
Su estrecha cabeza era inteligente. Conocía una cantidad de formas de desmontar
a un jinete inseguro. Uno de sus trucos favoritos era lanzarse en una breve
carrera, luego detenerse de golpe, y agachar la cabeza. Cuando me deslizaba sin
remedio a lo largo de su cuello, levantaba la cabeza y me hacía dar una vuelta
antes de golpear el piso. Luego se paraba y me miraba con presumida
complacencia.
Los tibetanos nunca van al trote. Los ponis son
pequeños y los jinetes se ven ridículos en ponis al trote.
El Tíbet era un país autocrático. Sin deseos del
progreso del mundo exterior. Solo queríamos ser capaces de meditar y superar
las limitaciones de la carne. Nuestros sabios se había dado cuenta que los
occidentales codiciaban nuestras riquezas y sabían que cuando los forasteros
llegaban la paz se iba. Ahora el arribo de los comunistas chinos lo había
probado.
Mi hogar estaba en Lhasa, en el distrito de Lingkhor,
al costado de la circunvalación que rodea Lhasa. Hay tres círculos de rutas y
la exterior, Lingkhor, era la más usada por los peregrinos. Como todas las
casas en Lhasa al tiempo de mi nacimiento, la nuestra era de dos pisos, al
costado, enfrentando la ruta. Nadie debe mirar hacia abajo al Dalai Lama por lo
que el límite es dos pisos… (Traduccion propia, El tercer ojo, de Lobsang
Rampa.)
Para
saber
El Potala Palace es un fuerte en Lhasa, en el Tíbet. Fue el palacio de invierno de los Dalai Lama desde 1649 hasta 1959.
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