Sus testimonios
Los corresponsales de la CBC recuerdan sus experiencias en la guerra, en los peores
conflictos que el mundo ha presenciado. Ellos estuvieron en Serbia, Somalia, en la guerra civil del Líbano, en la guerra de Vietnam, en la guerra de los 6 días
entre Árabes e Israelíes, en la crisis del canal
de Suez, en la guerra de Afganistán,
en la de Bosnia. Algunos de ellos recomiendan lo que hay que tener: “una
sonrisa, fortaleza y un estómago de acero”, otros recuerdan las brutalidades: “los
serbios la amarraron e intentaron
sacarle las orejas con unas pinzas. Muestra las quemaduras de los cigarrillos y
también la violaron…”
La guerra es insana…
Es la inocencia la que paga el precio más alto…
… como la guerra comienza de la nada, de tonteras…
… dijo algo que nunca voy a olvidar. “Ya no tenemos
nada, somos nada”
Los corresponsales que dieron su testimonio: Ann Medina, Peter Kent, David Halton, Morley
Safer, Joe Schlesinger, Anna Maria Tremonti, Susan Ormiston
Para
saber
Después de que Checoslovaquia
fue ocupada por Alemania en 1938, Joe Schlesinger y su hermano menor,
Ernest, fueron enviados a Inglaterra por sus padres como parte del kindertransport, organizado por Nicholas
Winton, que rescató a 669 niños judíos. Sus padres fueron asesinados más tarde
en el Holocausto.
Chico judios llegan al puerto de Londres, 1939 |
War Correspondents: In Their Words
CBC News – aniversario – corresponsales de guerra –
experiencias – Segunda Guerra Mundial – Kosovo – Vietnam – Israel – Afganistán –
Irán
En los 75 años en que la CBC apareció sus
corresponsales han viajado por el mundo y las guerras. Cubrieron conflictos en
lugares como Serbia y Somalia, Cambodia y Kandahar. A través de las décadas
pudo verlos y escuchar sus historias. Esta noche los escuchamos, en sus
palabras, a muchos de los corresponsales de la CBC, que ayudaron a los
canadienses a entender las causas y las consecuencias de las guerras.
Cuando cubres tantas guerras te conviertes en
pacifista inmediatamente.
No podemos tener un juego de beisbol, es loco.
El sentimiento es que quieres volver y contar la
historia.
La guerra es insana. Quiero decir estas disparando a
estas personas y estas personas te están disparando y ambos saben que familias
van a ser asesinadas.
Yo digo “esto es lo que dije, lo que filmamos. Aquí
tienen audiencia, ustedes decidan qué conclusiones van a sacar”.
Algunos piensan que para ser corresponsal de guerra
tienes que tener una mente brillante. Siempre digo que necesitas 3 cosas: una
sonrisa, fortaleza y un estómago de acero.
Fue una guerra que claramente no iba a ser ganada.
Estaba demandando esfuerzos increíbles de ambos bandos pero Vietnam estaba imponiendo un impacto
brutal en la población civil. Es la inocencia la que paga el precio más alto.
Es algo que siempre tuve culpa. Los periodistas
siempre podemos salir. Puede ir a un lugar, grabar un momento pero el
periodista siempre puede decir “ya tuve suficiente, o me vuelvo al hotel”.
Creo que desarrollas un sentimiento de excitación de
estar en el frente, en la batalla.
Recuerdo que papá vio la Segunda Guerra Mundial como una especie de cruzada contra los
nazis. Y mi padre era un enlace vital entre las tropas canadienses y los que
quedaban en casa.
No traté de imitar el estilo de mi papá en las
transmisiones de la guerra mundial por el simple hecho de que sería echado en
el contexto de hoy día. Hoy lo ideal sería ser completamente objetivo.
Pienso en mí como un muy pequeño pionero de como la
televisión era presentada.
Llegué allí, tomé un taxi al hotel y luego un taxi a
la guerra.
Algo que me molesta es como la guerra comienza de la
nada, de tonteras. Después piensas “que estaban pensando cuando hicieron eso”.
En la guerra todo es al azar. Puedes estar en un
lugar y estar bien y después a 5 pies de allí y no estar bien. Como periodista
lo enfrentas pero la gente no puede salir de allí. Es su vida. Traemos un poco
de agua, un poco de comida, pero ellos se quedan.
Estábamos hablando con esta mujer, y de cómo
tuvieron que escapar. Y dijo algo que nunca voy a olvidar. “Ya no tenemos nada,
somos nada”
Lo más peligroso en Afganistán son las bombas y el sentimiento de que no tienes control
sobre eso.
Cuando la gente me rodea son hostiles. Pienso “donde
está mi escapatoria”.
Para acceder a esta villa tienes que dejar el auto y
atravesar las montañas. Ellos reconocieron la necesidad de la educación para
las niñas y tratan de ver la forma de enseñar. Nuestra responsabilidad en Afganistán fue el contar las historias
más allá de las luchas.
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