Wednesday, July 17, 2019

Trabajo


La novela de Émile Zola

En Trabajo el autor, Émile Zola, trata de mostrar la Francia del siglo 19, la del hombre común, del que trabaja en las fundiciones, del que lucha por sus derechos y se muere de hambre. No es la Francia de la nobleza.

En las afueras de la fundición Josine trata de proteger del frío de la noche que se acerca a su pequeño hermano Nanet. Ha estado lloviendo y corre un poco de viento. Los hombres empiezan a salir de sus entrañas, más muertos que vivos. Habían estado en huelga por dos meses y vuelven vencidos, muertos de hambre, sin tener nada que ofrecer a sus mujeres e hijos. Sin pan ni dinero. La mayoría se queda fuera del horario de trabajo para pedir un adelanto, algo con que alimentar a las familias.
Ven salir a los primeros hombres.
La chica se movió para acercar a su pequeño hermano a su pollera y parte de la capa que la cubría dejó ver su melena mal peinada, su piel blanca y sus ojos azules y enfermos. No tenía más de veinte años. Su hermanito estaba tan mal peinado como ella, y era también muy blanco pero sus ojos mostraban una determinación mayor.

Ella se había empezado a sentir incómoda con el continuo escrutinio de parte de aquel hombre, Luc, que la miraba insistentemente.
Trabajo, de Emilio Zola
Edición de 1944 de Trabajo, de Emilio Zola
Los hombres advierten la presencia de la mujer y uno de ellos exclama que ya no quiere saber nada con ellos.
La mujer reclama que han estado en la calle desde la mañana y que hace frío y no tienen adonde ir. Si no volvía a casa al menos que le diera la llave…

… El respondió de pronto, como si estallase.
— ¡Déjame en paz! ¿Terminarás de fastidiarme?
— ¿Por qué te llevaste la llave esta mañana? Solo te pido que me la entregues; tú puedes entrar cuando quieras. Va a llegar la noche y supongo que no quieres que la pasemos tirados en la vereda.
— ¡La llave, la llave! No la tengo, pero aunque la tuviera no te la daría. ¿Es que no te das cuenta que me tienes harto? ¿Te parece poco el habernos estado muriendo de hambre por dos meses para que no se te ocurra salir de una vez fuera de mi vida?
Arrojábale estas palabras en pleno rostro con inaudita y salvaje violencia, en tanto que la infeliz mujer sentía su cuerpo estremecerse bajo el peso de las injurias, obstinándose, sin embargo, en mantener su tono de dulzura con la desesperada indignación de los miserables que temen ver abrirse la tierra bajo sus pies.
— ¡Eres un malvado, un malvado! Esta misma noche, cuando vuelvas hablaremos. Mañana me marcharé, si así lo quieres, pero ahora, te lo pide una vez más, dame la llave.
Al oír la súplica el hombre se dejó dominar por la rabia más intensa, y después de sacudirla, la apartó bruscamente a un lado con un gesto de indefinible brutalidad.
— ¡Ira de Dios! ¡La calle es para todo el mundo! … ¡Vete a hacer… donde quieras! ¡Te juro que hemos terminado!
El pequeño Nanet, al ver que su hermana estallaba en sollozos incontenibles, avanzó con aire resuelto, erguida su cabecita de rubios cabellos enmarañados.
– ¡Ah! ¡También este pillastre! ¡Toda la familia sobre mis costillas! ¡Espera holgazán, vas a sentir mi bota en alguna parte!
Josine se apresuró a proteger a Nanet y allí quedaron ambos hundidos en el barro negro, estremecidos bajo la pesadumbre de su desastre, mientras los dos obreros reanudaban su marcha y desaparecían en el seno de las tinieblas cada vez más impenetrables, en dirección a Beauclair, cuyas luces empezaban a iluminarse una por una. Bourrón, que en el fondo era un hombre honrado, sintió en algún momento el deseo de intervenir, pero la propia fanfarronada que en él hizo crecer la sumisión en la cual vivía con respecto a aquel compañero juerguista, anuló su noble impulso. Josine, al verlos partir, dudó un instante, preguntándose si debía seguirlos, y por último, entregada como nunca a la desesperación, marchó lentamente detrás de ellos, llevando a su hermanito de la mano, junto a las paredes de los edificios, como si quisiera ocultarse, temerosa de que al ser vista pudiesen golpearla para impedir que continuase en su seguimiento.
Luc, presa de la más intensa indignación, había contenido su impulso de lanzarse contra Ragu e infringirle el castigo que su conducta merecía. ¡Ah, el miserable trabajo que transforma a los hombres en lobos, por su dureza e injusticia, por lo difícil de ganar el pan, y que el hambre disputa con las armas más dañinas! Durante aquellos dos terribles meses de huelga, fueron disputadas las migajas con la desesperación voraz que diariamente se renovaba; después, llegado el día en que se logró el primer jornal, recurrió el hombre a la acción entorpecedora del alcohol, como un amigo del alma que se encuentra de nuevo tras de intolerable ausencia, dejando a un lado a la compañera de sufrimientos, ya se trate de la legítima esposa o de una simple hija de familia caída en los fangales de la deshonra. Y Luc hacía desfilar por su memoria los cuatro años que acababa de pasar en uno de esos grandes edificios de los arrabales de París, en el que el veneno de la miseria obrera salpica y se debate por todos los pisos. ¡Dramas profundos, dolores incontenibles, que en vano había tratado de mitigar! El espantoso problema de las vergüenzas y torturas a que el asalariado se ve expuesto, habíase presentado con frecuencia ante su vista, y permitírosle sondear a fondo en la terrible inequidad de la llaga que amenaza corroer la sociedad actual, para lo cual torturó también su cuerpo con horas febriles, que generosamente dedicó a soñar con un remedio sin otro resultado que ver siempre su nobilísimo anhelo estrellarse contra la muralla de bronce de las realidades existentes. Y, por desgracia, en el atardecer del día en que regresaba a Bauclair, requerido por un inesperado incidente, presentábase ante sus ojos la inhumana escena de aquella desgraciada y pálida criatura lanzada al medio del arroyo, muerta de hambre, por culpa de aquel monstruo devorador, cuyo fuego interno oía ella crepitar… (Trabajo, capítulo 1, de Émile Zola)
Portrait of Emile Zola, Manet
Portrait of Emile Zola, Manet
Para saber
Émile Édouard Charles Antoine Zola nació en 1840 y murió en 1902, en Francia. Fue novelista, periodista y el más conocido practicante del naturalismo. Fue el más grande protagonista en la exoneración del oficial, falsamente acusado, Alfred Dreyfus, que quedó impreso para la posteridad en su artículo periodístico J'Accuse…! Zola fue nominado para el primer y segundo Premio Nobel en literatura en 1901 y 1902.
Zola reclamó que la literatura naturalista es un análisis experimental de la psicología humana. Considerando esto muchos críticos hallaron a Zola extrañamente pobre en crear personajes memorables a la manera de Honoré de Balzac o Charles Dickens, a pesar de su habilidad de evocar escenas de muchedumbres poderosas. Para Zola era importante que sus personajes no fueran más importantes que la vida.
Él es significante en aquellos escritores que se acreditan con la creación del new journalism: Wolfe, Capote, Thompson, Mailer, Didion, Talese y otros.

Para leer en ingles
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