Desde los ojos de un habitante del hemisferio sur
En este artículo elaboro sobre la pornografía, el
sexo, nuestra falta de sexo, y el exceso del mismo en la industria del
entretenimiento para adultos. Y hablo con conocimiento de causa, habiendo sido
partícipe de aquellos años en los que el país, Argentina, se abría a la
democracia y a las películas de Tinto Brass, después de años y años de censura
para cuidar nuestra mente y moral, supongo. Como soy desobediente y las
recomendaciones me entran por un oído y me salen por el otro me vi todas las
películas porno del mundo y sus alrededores y en aquellos años de
post-adolescencia conocía al dedillo los nombres de tan sacrificados actores y
actrices como Jenna Jameson o John Holmes…
Una de las industrias que más han crecido en los
últimos años es la del porno norteamericano, llevando a muchos de sus
protagonistas a lugares de privilegio en el cine normal, la música y hasta en
entrevistas de cadenas internacionales. ¿Quién hubiera imaginado que un Ron
Jeremy, como uno lo veía en las películas del ´70, estaría como invitado en un
programa de TV presentando un libro de sus anécdotas y tocando el piano, como
si fuera una estrella más? Alguien podría decir que Estados Unidos da para todo
y que hasta Vicky Xipolitakis podría alcanzar el status de una celebrity al
nivel de una Kim Kardashian.
Linda
Lovelace, arrepentida de su pasado en el XXX, despotricaba
contra la industria del porno: “son unos inmorales. Ahí tienen a los niños y
jóvenes explotados, a las mujeres que se las trata como objetos…”
Marylin
Chambers, sin pena de su agitada vida sexual en el cine,
explicaba cómo había llegado a ésta industria: “me contactaron los productores
y les exigí una gran suma de dinero y que los actores se hicieran un test
contra las infecciones venéreas…”
Traci
Lords, que tiene una historia increíble, explicaba cómo
llegó al cine para adultos siendo adolescente, menor de edad: “falsifiqué mi
identidad y el novio de mi madre me llevaba a todos lados…”
Playgirl issue |
Seguramente el tema tendrá sus defensores y
detractores que tendrán sus razones. Lo primero que se me ocurre es que uno
tiene derecho a hacer lo que se le venga en gana, y a ver todo lo que uno
quiera, porque eso es la libertad. La libertad de elegir lo que quiero para mí
siempre que no perjudique al que está al lado. Creo que eso está claro y no está
en discusión. Como ciudadano de un país que padeció una dictadura militar por
varios años, en la que se controlaba lo que se podía ver, uno ya queda con un
chip de rechazo hacia todo lo que signifique censura.
Que la pornografía te haga salir a violar mujeres y
niñas está en discusión y no me lo creo. A lo sumo después de ver a John Leslie
o Ginger Lynn, con sus cuerpos sudados de tanto ejercicio, uno querrá salir a
conocer a alguien, o pagar por lo que necesito, por sexo, y nada más. Lo otro,
lo de usar la violencia y forzar a alguien a tener sexo es más relacionado con
la perversión, el crimen y la delincuencia. El pervertido lo es por un desorden
de su personalidad no por una sobredosis de cine porno.
Otro tema que se me ocurre, y se enfatiza poco,
especialmente cuando ve uno tantas prácticas sexuales de todo tipo en la
pantalla, es el del sexo seguro. El de usar un preservativo y cuidar la salud
propia y la del otro. Y estamos en el siglo 21, con el Sida, y todo otro tipo
de enfermedad que puede contagiar, y me parece una locura no usar un simple
forro. ¿O será que nos da miedo hablar sobre sexo, aún hoy? Bueno, que no nos
dé. Demasiado hemos pasado todos los cincuentones al desconocer sobre el sexo
en nuestra juventud, evitar el tema al hablar en familia y esconderlo como una
mancha de terrible pecado. Sí, hablemos de sexo. SEXO. Para que todos sepan de
lo que se trata, se informen, conozcan sus cuerpos y no tengan miedo de algo
tan lindo que puso Dios en la vida.
Y hablando de Dios que a nadie se le ocurra que
porque somos católicos no podemos hablar de sexo, aborto, prácticas sexuales,
prevención de las enfermedades venéreas y amor. Ya pasamos hace tiempo la Edad
Media. Porque también hay que enfatizarlo, es el amor lo que le da sentido al
sexo. Es el amor lo que lo embellece y lo eleva, sino se parece más a la
copulación entre la perra y el perro, algo totalmente animal. Y nosotros
consideramos que somos materia y espíritu, un poco más que un animalito. Y mi
encuentro con el otro tiene que ver con un intercambio de pasión, emoción, y
deseo, por supuesto. Hay sexo salvaje, es claro, pero también un deseo de
construir un paraíso de poesías, con tu media naranja. Y no hay nada más
cercano al amor que Dios, así que Dios y el sexo pueden ir de la mano, no
tienen porque evitarse.
Finalmente tengo que decir que el querer llegar a
ser famoso, conocido, popular y estrella de Hollywood tiene que tener sus
límites. No se puede andar por la vida lamiendo las botas de todos, entre otras
cosas, para ser el elegido de Tinelli, la próxima Marilyn Monroe, o el Humphrey
Bogart de Parque La Vega. Es lastimoso. Es mejor
prepararse, estudiar y ganar experiencia en, digamos, teatro independiente,
etc., y de a poco ir ganando un lugar en el medio. Y lo mismo va para todas las
aspiraciones y carreras. Es mejor, más inteligente y más digno, estudiar y
prepararse bien que estar buscando la bragueta del jefe de producción para
escalar un puesto más.
En fin, que cada uno vea lo que quiera y disfrute
como le parezca, y que aquellos que abusan vayan presos, como corresponde. Si
hubieran visto tanto como yo llegaría el momento en que, no saldrían a matar,
sino que se hartarían del porno y preferirían un libro de Jorge
Luis Borges. Hasta la próxima.
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